No siempre un hecho punible pueda trascender, ser juzgado, y la falta enmendada. La gran mayoría de ocasiones, desde la pequeñez o aparente insignificancia, el hecho pasa desapercibido. Puede ocurrir que aquel que lo viere pase de largo, o a lo sumo, lo porte para sus adentros con una cierta pena. Afortunadamente, en otras ocasiones, unos pocos jueces-testigo observan algo de manera casual y aislada y dan testimonio. Ese es mi caso y espero que también sea el vuestro, queridos lectores.
Les pongo en situación. Un día paseando tranquilamente junto al río Pisuerga a su paso por Simancas, disfrutaba de las cromáticas y fragancias otoñales, donde a pesar del poco o nulo cuidado que de estas zonas hacen las autoridades que deberían velar por ellas, se podía apreciar como la vida florecía en un sinfín de formas y sonidos. No en vano esta vía de agua, como tantas otras, atesora una gran biodiversidad. Dirigí mi rumbo curso abajo del río y me adentré por el sendero de la acequia de la misma localidad, que después de coger las aguas de padre Duero a través del canal del mismo nombre, es canalizado a diferentes cauces de acequias, para su posterior desembocadura, como en este caso en el Pisuerga.
Nada más iniciar el sendero, me di cuenta que como año tras año por esa época, cortan las compuertas de entrada y el cauce del agua desaparece. El limo del lecho de la acequia aún estaba húmedo y en los sifones de los pasos de los caminos había agua estancada, lógicamente. Es fácil imaginar, que los desafortunados peces que no tuvieron la suerte de acabar en la desembocadura y con el ello en el gran río, se quedaron atrapados en estas cajas de hormigón y si nadie lo remedia, nuevamente quedarán ahí agónicos hasta perder el último hilo de vida en un agua cada vez más exigua y carente de oxígeno. Con el paso de los días la situación resultó ser dantesca, ver todo un banco de pececillos atrapado en un agua putrefacta. Muchos de ellos ya no se movían casi, o si lo hacían lo hacían tumbados o para dar sus últimas bocanadas de aire. Era una situación horrible. Ese año intentamos una amiga, su padre y yo, cogerlos con cubos e ir llevando algunos peces hasta el río. Resultó agotador y desalentador. La pregunta fue clara:
¿Cómo la Comunidad de Regantes del Canal del Duero o en última instancia la Confederación Hidrográfica del Duero permiten esto?
Es muy triste contemplar como año tras año ocurre la misma barbaridad, sin que les parezca importar. Es obvio que deben tener conocimiento de ello, pero no parece importarles y esto tiene que acabar. Seguramente puede ser tipificado como un tipo de delito ecológico, que año tras año acaba con la vida de miles de peces, lo que a mi modo ver se puede y se debe evitar a toda costa.
El agua es vida. No digamos entonces lo que supone el agua para las criaturas que viven dentro de este medio. Su ausencia, escasez o contaminación, solo conduce a la muerte. Y no es difícil imaginar el destino de un pez fuera del agua.
PD. A día de hoy, 25 de octubre, me informan que el curso del agua en la acequia de Simancas, ha sido cortado y ya están los peces atrapados en los sifones, sin escapatoria posible, nuevemente abocados a la muerte.
Peces muertos atrapados en uno de los sifones de la acequia de Simancas. |