jueves, 8 de mayo de 2008

El Jilguero al Poeta

De como cambia y transforma el día; de la luz azulada de las primeras horas, al tamizado sol del mediodía envuelto en grises claros de suave brisa. Acontecen, pasan en él, el tiempo en horas y encuentros. La grúa en la plaza, la gente mirando el hecho al cielo, fotos y más fotos, gente y más gente, también de la consistorial casa pasan, al pasado incendio del humo que al humo mata –las obras sin educación a las personas, sin respeto son–. El amable encuentro en aras de un "nuevo sIGLO", sensible y respetuoso, atento a las palabras de las obras, quien me habla del –espacio 987– en el musAC de la vecina León, ciudad-refugio de Antonio Gamoneda. Poeta, que descubro en la feria del libro en Santander, el mismo día de su clausura, al leer por casualidad alguno de sus versos que a modo de –metáfora– estaba situado en uno de los peldaños de la "escalera plateada" que conducía al "suspendido equilibrio" del "Árbol Rojo". Ya junto a las vías, se estrenan a escala en la "sala", que estuvo hasta el 1 abierta al "Mar de  Olas, del impreso "segunDO montaje". Recojo diez más,  a trancas y barrancas, sorteado "amables sonrisas" que en tiempo espero, y que da el fruto de otro encuentro que buscaba saber de él. Mi Maestro Poeta. Sé de él y me alegra. Escucho de un nuevo libro que el las fuentes se basa. Aguadores y plazuelas. Me alegra saber de las fuentes. Hallo y compro dos libros. Uno, Hilos. Otro, Árden las Pérdidas.

Esperando (         ), junto al reloj de la plazuela, escucho a ese Jilguero que canta al Poeta.