martes, 9 de abril de 2019

El Taburete Verde

Tal día como hoy fallecía mi tía Leocadia Hernández. Mi tía Mimi que era ciega. Yo era su tesoro y ella era una de mis candelas que alumbraba –aún siendo ciega– mi camino. A ella, a mi abuela y mi madre, la única viva de su familia, las dedico este breve relato curricular, que dicho sea de paso, lo escribí para una pequeña muestra hace años, en la ONCE de Valladolid. De mi tía Mimi,  la ONCE y el Braille, nacen la inspiración para el desarrollo de mi técnica frescoRelieve.

La imagen que lo acompaña no es otra que la que pude mostrar en árbolArmónico en la Ermita Lomos de Orio, Sierra de la Cebollera, la Rioja en 2009 y que lleva el título de este post.


El Taburete Verde

Preludio o infancia del origen hasta el camino de ser artista

Son recuerdos de mi infancia, en casa de mi abuela, donde fui descubriendo en un entorno rural la belleza implícita de la Naturaleza y las transformaciones hechas por el hombre de una forma que no alterase lo natural. 


Miguel Segura, (ahora Hernández Segura) Nava del Rey,1963


El Origen. Hablar de arte en términos personales, me lleva al origen de 'esa necesidad', que se muestra en mi infancia. Nací en Nava del Rey, un pueblo próximo a Medina del Campo. Nací en la casa de mi abuela Carmen, en la Calle del Caño y esto de algún modo tuvo relación, con la estrecha complicidad e influencia que tendría con mi abuela. Ella, una persona que no sabía leer ni escribir, pero era capaz de transmitirme sus conocimientos sobre la vida y nuestro entorno de forma natural.

Los Paseos. Así, acompañarla en un  paseo por el campo para recoger hierba para los conejos, se transformaba en mí en algo especial que me hacía percibir aquellos colores y olores del campo y la sencillez de aquel gesto, iba fraguando en mi persona una sensibilidad hacia lo natural. Las bellas formas de las plantas, sus texturas y colores me atraían sin comprender que sería estos pasajes de mi corta vida, tan reveladores para expresar a través de la pintura mi amor al color de la vida.

Mi tía Leocadia, Mimi.
Mi tía Leocadia era ciega y vivía con mi abuela Carmen. Así que cuando mi madre me dejaba en casa de mi abuela, yo estaba con ellas y de la mano de mi tía comprendía cosas que ella, sin poder ver, me mostraba. Fue ésta siempre una relación muy estrecha la que mantuvimos y esa proximidad me permitió que afloraran en mi la sensibilidad para observar y poder plasmar esas percepciones y sentimientos posteriormente en mis obras.

El corral o el Taller entre Flores. Mi abuela tenía un bonito corral encalado y lleno de plantas de todo tipo, muchas de ellas con flores. Sobresalían al cielo azul unas campanillas de colores con las hojas de corazones verdes. Al patio acudían en los días soleados, insectos con sus zumbidos y colores brillantes, contorneándose en vertiginosos vuelos acrobáticos entre las flores. También hasta allí llegaban los pájaros, entre cánticos y saltos llenaban de alegría el corral. Yo me quedaba observando todo y todo me cautivaba.

El Taburete Verde.
Tenía mi abuela un taburete verde, que me hacía pintar cuando a penas tenía 4 años. Me dejaba solo en el patio con una brocha y un bote de esmalte verde-primavera. –Ale hijo, pinta el taburete. Me decía y en mi supuso la primera vez que usaba pintura líquida y tenía en mi mano un brocha y podía hacerlo solo... Esto es el primer recuerdo que tengo en mi infancia en que me sentí atraído por la pintura. La acción misma de usar un color líquido sobre algo y ver como se iba transformando y el responsable de que sucediera era yo.

Las Pinturas de Colores. Cuando llegaba la Navidad, pedía a los Reyes que me trajeran pintura de colores y me encantaba pasar el tiempo sentado en la mesa camilla dibujando y coloreando las hojas blancas de los blocks. Un día recuerdo, que soñé que me encontraba ante un montón de cuadernos y pinturas de todo tipo y colores. Sentí como esto me hacía radiar de alegría y al despertarme del sueño, sin suponer del todo un desencanto, recuerdo sentirme bien y alegre por haber soñado con pinturas y de algún modo esto me hizo que pensar.

Arte y manchas de colores.  Recuerdo pasar largos ratos contemplando las obras de arte que aparecían en los libros que podían llegar a mis manos. De todas las disciplinas, la que más me atraía, era sin duda el Impresionismo y sobre todo la pintura del genial Vincent van Gogh. Esa fuerza del color a borbotones me encantaba y quería pintar así. Así, mis mis primeras dibujos sobre el papel de los blocks, eran témperas llenas de color. Representaban escenas o lugares simplificados de mi entorno. Puentes, caminos, árboles, postes de la luz, cielos y campos, ríos...

Expresar fuera del papel.
Al venir mi familia a Valladolid, vivir alejado del campo, de la casa de mi abuela, pintar me ayudaba a recordar y sentirme próximo a aquello que quería. Así empecé a usar otros medios sobre los que expresar aquello que yo percibía con formas y colores. Pintaba sobre tablas, paisajes en los que la línea del horizonte recordaba al campo castellano. También lo hacía sobre puertas. Esto me llevaba a crear espacios imaginarios y de algún modo me doy cuenta del sentir el arte y la 'necesidad' de expresar a través del color.

El paso del tiempo. La vida sigue su curso y el arte que le pertenece por derecho propio, sigue ahí próximo al pintor, como un confidente de lo que pasa. Y lo que pasa, va dejando pequeñas huellas que describen las aisladas obras sacadas de la 'profunda necesidad'. Así se van plasmando nuevos paisajes, figuras, un entorno mucho más abierto y a la vez extraído de la cotidianidad del vivir día a día. Pintaba en impulsos, como los trazos distantes de aquel impresionismo que admiraba. Siento entonces la necesidad de abandonar ya la acuarela –a la que luego volveré fugazmente muchos años después–, el pastel y las témperas de la infancia, por la utilización de colores al óleo. Así en este tiempo, pinto estampas de pueblo, las eras, campos de girasoles, lindes de los campos, y por supuesto árboles, ríos, cielos y campos amarillos.

Al Mar las Olas. Desde la ciudad siento el campo rodeado en el que vivo, y mi vista me lleva al MAR, y en el mar encuentro también mis orígenes, allí en el corazón del Cabo de Gata, y así de una obra de azules, Las Olas, mar y cielo, me adentro en un mundo desconocido para mi, en cuanto al estudio inmerso de la propia pintura. Allí, con esa obra o preludio de otras, descubro técnicas y soluciones, que son caminos por los que conduciré mi pintura para ser más libre y es ella  la que me va guiando mi mano hasta conseguir encontrar la armonía que libere las formas envueltas en colores, desde la propia tela hasta quien las percibe. En esencia es la Naturaleza y sus formas como en un concierto cósmico. Es la música extraída del color. Son percepciones de nuestro entorno, que permiten establecer en la obra un valor en lo emocional y espiritual.

Las Olas de un Amigo. por Laureano Carriazo: El chico encaramado en lo alto del tejado va trabando, una a una, las lajas de pizarra con alambres de acero galvanizado. Canta; le brillan los ojos; sabe que debajo del sol inmisericorde late la vida y… ¡Quiere vivir! Termina la faena y sale zumbando en su bicicleta, busca –ilusionado- unos ojos de mujer. Encuentra un gran silencio.
El hombre piensa y calla en la oscuridad de la noche. Algo vibra junto a la luz del farol; esos bichos –las efímeras- son solo un instante de vida. Medita.
Aquel hombre veía a lo lejos. Tenía prisa y sabía dar valor a las cosas. Dejó lo ya hecho y se entregó a su  sueño –tan querido-; tomó la libertad por compañera. Puso golondrinas en el muro de su casa.
Ponía nombre a las flores y, eran nombres de mujeres.
En el carnaval del año uno, conocí a Miguel pintado de colores. A este señor, muchos no le creen. Pero dice la verdad. Es flaco. Le brillan los ojos. Muchas veces vuela. Yo lo he visto quieto, muy quieto, para después salir volando buscando la risa de una mujer de paz.
Y como la vida es así de dura e inflexible, y hay jornadas partidas que te parten la entraña. No hay más remedio que abrir de par en par las puertas y salir deprisa.
OLA
Fr. VAGUE; it. ONDA; a. WELLE, WOGE. (Del bretón HOUL, pl. De HOULENN: Onda.) Onda de gran amplitud que se forma en la superficie de las aguas. Espasa.
Un día se metió en las olas. No hay mentiras; solo un camino: El que esta por delante. Lo demás es nada.
El hombre se despereza busca muelles por las ferreterías para dar más espacio donde crezca una mar de ensueño. Busca la verdad y la llama por su nombre.
Hay una pintura que grita verdad. Muestra flores, olas huracanes, dos kilos de azul, una tormenta, un aleteo que se acaba. Y hay un hombre que escucha al ave fénix, quien le recuerda que es bueno cuidar algo tan frágil como son unos tomates, y más, si han nacido en la huerta de la mera ilusión, allá, en los tejados.
Miguel Segura, tan amigo. Hay junto a la mar de Gata una enormidad de soledades y una evidencia: Allí está, desnuda, la vida; no hay mentiras.

Árboles. Sin apartarme en mi trabajo de la natural, me centro en la importancia del árbol y su relación con el hombre. Ese paralelismo y esa simbiosis, me sumerge en el árbol como elemento armónico de nuestro paisaje y entorno. La necesidad de protegerlo. La fragilidad del bosque y la belleza que desprende un solo árbol, silencioso en el paisaje, pero aportando equilibrio y armonía allá donde está. Desde que es una pequeña semilla arraigada a la tierra, hasta ramificar incontables surcos por los que atraviesa la sabia  que emana al cielo. En una Ermita dentro de un bosque, así nació mi 'árbolArmónico'.


En Verde. Como el tiempo acude inexorable a contemplar dónde estamos, cada momento es en sí mismo, parte de la esencia que respiramos. Ese aire, es sobre todo libre y nos pertenece. En ocasiones, el camino se detiene en una reflexión conjunta. Así el aire, puede ser visto, como se observa el polvo de cerca o cuando se detiene para guardar lo hecho.
En uno de los últimos entrañables momentos que pude compartir con el maestro chileno Jorge Vidal, compartimos en su última casa-jardín, sentados en el mismo banco, unas cervezas y conversación tranquila. De fondo la Radio Clásica que se asomaba desde las ventanas del estudio. Una leve brisa ondulaba los esbeltos árboles tras la tapia. Bellos verdes alminares de su última alhambra. Atraído también a ese encuentro, apareció el gato caminando orgulloso por la tapia. Un momento imborrable guardado para siempre. Al llegar a casa, entré al taller y puse ese fragmento en color líquido sobre el alma del metal.
Como ciertas cosas, no son sin más, así fue cómo quise que no sólo estuviera esa obra presente es este proyecto, sino que fuera el alma e imagen de esta mi exposición: 'en Verde' .

Por Angélica Tanarro: En tiempos de crisis el reciclado cobra relieve. Los artistas no son ajenos y Miguel Segura es uno de ellos. El fenómeno tampoco es nuevo. El arte povera introdujo este reutilizar materiales de desecho para componer obras de arte cuya intención era enfrentarse el arte oficial. La intención de este artista vallisoletano no va tan lejos pero se diría que los presupuestos de esa tendencia que surgió en los años sesenta van bien con su forma de estar en el mundo y con sus preocupaciones medioambientales. La intuición es clave en su forma de hacer.
'En verde' ha titulado su última exposición, para que no quepan dudas, y la muestra es en cierta medida un reciclaje de las distintas tendencias por las que transita su obra y al mismo tiempo el lugar donde precipitan todas ellas. De hecho una parte está dedicada al 'taller', a la cocina, al origen de lo que luego será lienzo o plancha de aluminio convertida en soporte pictórico.
Encontramos en la sala recuerdos de su 'árbol armónico' (la acción desarrollada en una ermita de La Rioja) y muestras de su pintura más colorista y rítmica. El color y el movimiento son dos de los fundamentos de un artista enamorado de la danza. La materia está abriéndose paso. El cuadro que inicia el recorrido (y pone en marcha el trabajo recogido en la exposición) es un homenaje a quien Miguel Segura considera uno de sus maestros: el pintor Jorge Vidal y rememora una tarde de conversación en el jardín del pintor fallecido.
La exposición es un paso más para un pintor al que gusta ir despacio pero pisando fuerte.

martes, 2 de abril de 2019

El Alma del Río. El Pisuerga en Simancas y El Jarama de Sánchez Ferlosio

El  Alma del Río –breve relato en memoria de Rafael Sánchez Ferlosio– by Me *} Simancas April2019
Recuerdos que me llevan a los Jardines del Poniente, en una de esas mañanas soleadas de primavera, donde el entusiasmo florecía en la ya extinta-Librería Relieve. Eran tiempos de alegría ante la inminencia de abril, donde su ilusión salía a la calle, más concretamente al puesto en la Feria del Libro Viejo, a espaldas del evocador Campo Grande. A Pepe, raro era el día que no se le cayera de la boca algún escritor preferido. Sobre eso, como otras cosas de libros, mientras hablaba, se le iluminaba la cara y la mirada reverdecía al octogenario librero. Rafael Sánchez Ferlosio (Roma 1927†Madrid 2019) fue uno de sus referentes pilares de las letras. Él me animó a leer El Jarama.

Vivimos en Simancas desde hace mas de cinco años, desde una fecha más que señalada. Son recuerdos de otro sentido obituario: el día antes de la muerte de Pepe Relieve (Santander 1928†Valladolid 2014). Desde entonces mirar el río, contemplar su latente vida en movimiento, pasear por sus veredas, sentirlo... me parece una parte esencial y enriquecedora de este lugar. También desde entonces, he sentido el deseo de meterme en el río. Añoraba aquellos días de la infancia en el que ir al río a bañarnos se convertía en un día muy especial. Esa sensación de agua dulce y clara, nada comparado con el olor a cloro de las piscinas. Esa libertad de poder nadar y sumergirte en el agua, te hacía sentir el vínculo con el medio o esencia de la vida.

Así, en uno de los primeros momentos recuerdo haber entrado hasta la rodilla. Con esa sensación al pisar los cantos rodados en un lecho incierto. Hace ya más de dos años he podido disfrutar del baño y disfrutar nadando en la línea del puente y me he dado cuenta de la enorme suerte de vivir en Simancas y tener aquí este río.  Es un sensación maravillosa que rejuvenece el recuerdo y te hace percibir la esencia natural de sus aguas. Su Alma. Sin duda era un lujo poder nadar silenciosamente mientras te observa una garza desde un pequeño islote de grava. O ver cuando te sumerges los pececillos atentos como si parecieran contentos. O al detenerte flotando en el medio del río, ver como pasan los vencejos, aviones y golondrinas, en su rasante vuelo para beber una pizca de agua.

El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio
El pasado verano en uno de esos baños, no estaba solo en el río. Me alegró tanto, ver unos jóvenes adolescentes bañándose y riéndose. En uno de esos momentos, prestó mi atención unas voces que procedían de la orilla. –Vamos, tírate!–, decían. De los cinco jóvenes, uno de ellos estaba de pie en el puente y apunto de tirarse. De los cuatro amigos de la orilla, tan sólo uno o dos le animaban con sus provocaciones para que saltase. Me di perfecta cuenta, que el lance podría acabar en tragedia.  El lugar donde pensaba saltar el joven, cuyo nombre era R., era una zona de muy poca profundidad por los depósitos de las gravas que dejan los tiempos de crecidas. A lo sumo habría un metro y poco en algún tramo. Si en el salto no consegía más de tres metros de distancia, cosa del todo improbable, podía resultar gravemente herido por la caída y con mala suerte, dejar ahí como en El Jarama–, su vida. Me dirigí al muchacho y le fijamente le dije: –No lo hagas, chaval! ¿Sabes que hay muy poca profundidad e incluso hay piedras grandes de los antiguos derrumbes del puente? No lo hagas, por favor. No les hagas caso. ¿Cómo crees que se va a sentir tu madre si te ocurriera algo? Seguro que ellos luego dirán que lo decían en broma. No lo hagas–.

Después de hablar con el joven del puente, dando la espalda a su amigos, me volví y me dirigí a ellos y en tono serio les dije –¿si les parecía bien eso, de verdad eran amigos animándole a que saltara, con el latente riesgo de hacerlo?–. Se quedaron cayados mirándose unos a otros y empezaron a recoger las toallas. Cuando volví a mirar hacia el puente, el joven, se había bajado y venía caminando hacia la playa al encuentro de sus amigos.