Aquí señores, empieza este mi relato, que no es otro que el dejar constancia de lo que pasa, y mucho me temo seguirá pasando... –Sólo faltaba que hoy, un día tan señalado como este, no me fuera permitido presentar al público-los lectores, mi poesía. Cuando esto, hasta el día de hoy, me ha sido denegado, no veo, o mejor dicho no ven, los tres que firman tan considerados y sellan mi autorización por un día, mayor problema en que al menos hoy, se me permita presentar mis poemas en público. Mis poemas que yo mismo, edito y encuaderno. Que yo mismo mimo el papel escrito y lo coso a mano con hilo blanco. Que yo mismo en horas y horas inciertas, en la soledad de quien escribe, me he arrancado palabra por palabra las estrofas musicales de mi vida. Que hago único cada ejemplar con el papel que elijo y con el mismo arte, escribo sobre la cubierta un verso en color acuarela. Acuarela que firmo. Que muestro unos pocos ejemplares en una pequeña mesa de camping cubierta de una sencilla tela, y si amable la persona que se detiene y después decide comprar uno, se levanta en ese momento una pequeña brisa de aire fresco perfumado que me envuelve y no puedo por menos que esbozar aún más mi sonrisa, mientras pienso lo feliz que soy. Así recuerdo, como me encontré con Ana entre tantos grandes puestos. Con su sonrisa mirada. La alegría compartida de volvernos a ver. Hacía mucho tiempo. Tiempo en el que, entre otras cosas, había vuelto a sus orígenes en todos los sentidos. Retiro a la soledad del campo, en un pequeño pueblecito castellano. El encontrar su verdadero apellido: Páramo (paradojas de la vida, coincide conmigo en usar el de la madre de nuestra abuela). Hablamos un rato, también salió en la conversación Quino (nuestro amigo filósofo). Por él se lo de Shakespeare y Cervantes. Por lo demás, el sol brillante de esa mañana hizo el resto. Conversación telefónica en un banco de la remodelada D. de la Victoria, tras leer los primeros versos del que, con dedicatoria incluida, eligió Ana por mí: 'Poemas Granados'. Después para celebrar tanto, me fui a tomar un vino.
El otro día pude ver a Ana, entre la Feria del Libro. La que no es de ocasión. La oficial. La más bonita y elegante. La que se lleva todos los honores. A la que acuden personalidades a diestro y siniestro. La que se ocupan de tener todo listo y apunto, como no se puedan imaginar y en cambio, las plantas y hierba que adornaban y en ediciones anteriores la entrada, ahí estaban languideciendo de sed. Olvidadas. –El corte de la cinta y las fotos ya pasó. Y lo que de verdad pasó, es que pasaron de regar, de hecho no podía ni pasárseles por la cabeza. Aquello que les había servido y habían utilizado, no le daban el valor verdadero que tienen las cosas. En este caso plantas. Tan sólo una pocas monedas del más que seguro amplio presupuesto. Como si me importaran a mi esas cosas–.
Así pues, como decía antes de que se me fueran los sentimientos a otra parte, me encontré a Ana con sus libros de poemas. Sin llamar mucho la atención, pues podían venir agentes y mandarla de patitas a la calle, como si no estuviera ya en ella, o bien quitarle sus libros... Así que como una cerillera de Andersen o Kaurismäki, colgaba un cartón de su cuello con sus pequeños libros de colores sujetos con gomas. No puedo por menos que dejar aquí constancia de ello y ante la emoción, sólo decirles que si les gusta en verdad la poesía, la busquen hasta el día 10 de mayo que finaliza la feria y, sean muy prudentes, pues de otro modo podrían poner en riesgo algo tan frágil como un poema.
1 comentario:
Yo me llevé sus "Poemas Granados" el mismo 23 de abril. En su edición de artesana de las letras y de la edición. No tiene pérdida.
Por cierto, ¿tienes idea si dispone de blog?
Por otra parte he colgado tu dirección del mío.
Salud y entusiasmo.
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