sábado, 9 de febrero de 2008

Oye el silencio

Como cada día que lees algo, inmediatamente después piensas en alguna cosa, piensas mientras lees, u observas algo; la mente libre, juega por su cuenta y se lo proponga o no, el caso es que acabas dándote cuenta que ahora, y en este preciso momento, estás en un lugar al que nadie puede asomarse, ni tan siquiera puede ver, ni imaginar. Por que ese lugar, te pertenece y en la realidad de lo tangible, no existe.

Silencio. Es grande, poder escuchar y sentir el silencio.

Se me ocurre, que en la disparidad del artista anónimo, que escapa, a cuantas miradas ausentes cabalgan entarjetadas o enpinzadas, de la no menos encorsetada feria del ARte más COntemporáneo, o moderno donde los haya, y, se me antoja como digo, la disparidad de asumir ese anonimato desde la más absoluta sinceridad, y quiero proclamar a nadie, que éste o sea, yo mismo, digo: –que el silencio de mis obras, canta palabras al cielo extenso de lo mínimo, que en esencia es precisamente eso, esencia del silencio. Silencio del artista, que pinta palabras de colores que vuelan, en la soledad callada de la tela fría–.

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